Una niña de seis meses murió en Cali por un bebedizo con ruda, alcohol y azufre administrado al parecer por un yerbatero. Y se pide a gritos un control sobre los vendedores de estas hierbas para que no mueran más inocentes.
Sucede que en Colombia y en muchos otros lugares del mundo, ha tomado mucha fuerza la tendencia de catalogar todo lo de origen "químico" como peligroso y todo lo "natural" como inocuo y beneficioso. Nuestro organismo funciona a punta de química (bioquímica) y no por eso somos perjudiciales aunque hay unos cuantos por ahí que son verdaderos tóxicos. Por estos prejuicios muchas personas rechazan de plano o reciben a regañadientes los medicamentos de la medicina alopática (la de nuestros médicos comunes y corrientes, los de ls EPS e IPS). Y muchas más buscan confiadamente las plantas que la tradición dice son efectivas contra males físicos, emocionales y espirituales. No hay nada más imprudente que encasillar las drogas, en su más amplio significado, en inofensivas y perjudiciales según su origen.
Cuando hablo de estos temas con alguien que defiende el producto administrado por ser natural y por eso se siente tranquilo le cuento el caso del filósofo griego Sócrates, condenado a la muerte por medio de la toma de un brebaje a partir de cicuta, un elemento ciento por ciento natural, hallado de manera silvestre. De la misma forma le hablo de los abortos producidos por árnica o del cianuro que se obtiene de ciertas almendras. Incluso hay cuentos sobre ingerir alcohol y semillas de sandía, pero de eso no conozco más que la leyenda que cuenta mi mamá.
El problema en el país no es la presencia de yerbateros. El problema es la ignorancia. De los consumidores que preparan o preparamos una menjurje con una planta que no tenemos certeza si es la correcta y no sabemos si nos va a servir de verdad, tal vez dando tiempo a la enfermedad a progresar. Ignorancia de los yerbateros porque aunque muchos conocen de los efectos benéficos y perjudiciales de los productos que preparan, otros no tiene mucha idea y en general su capacidad de diagnóstico es limitada o nula. De los médicos tradicionales quienes tanto en la academia como en su ejercicio profesional son educados en el modelo basado casi totalmente en medicamentos de síntesis y saben poco o nada de la medicina tradicional. Entonces la recomendación enfocada hacia que sean ellos quienes formules las medicinas basadas en plantas es tan ingenua como ineficaz.
El problema es estructural y es por puros paradigmas. Hay de todas las clases y ninguno es ciento por ciento acertado, como es habitual. Las medicinas de síntesis no son completamente seguras pero bajo la supervisión de un médico capacitado pueden controlarse sus efectos secundarios o establecer un balance adecuado beneficio/riesgo. Tampoco es verdad absoluta que los productos naturales son lo mejor del mundo (ni tampoco lo peor), es cuestión de su administración por profesionales entrenados y la limitación a un listado de plantas con verdaderos efectos terapéuticos aunque nos quedará por discutir el tema de la dosificación y la duración del tratamiento en estos productos. El potencial beneficio de las preparaciones a partir de la naturaleza se diluye por la incapacidad de manejarlos correctamente y por casos como el de la niña de Cali, los cuales restan credibilidad a plantas de verdad curativas.
Pero al igual que en la política, somos tan crédulos con lo que nos dicen y hay tanto incompetente del lado de quienes nos deben dirigir, que vamos al barranco sin poder nosotros hacer mucho al respecto.
Sucede que en Colombia y en muchos otros lugares del mundo, ha tomado mucha fuerza la tendencia de catalogar todo lo de origen "químico" como peligroso y todo lo "natural" como inocuo y beneficioso. Nuestro organismo funciona a punta de química (bioquímica) y no por eso somos perjudiciales aunque hay unos cuantos por ahí que son verdaderos tóxicos. Por estos prejuicios muchas personas rechazan de plano o reciben a regañadientes los medicamentos de la medicina alopática (la de nuestros médicos comunes y corrientes, los de ls EPS e IPS). Y muchas más buscan confiadamente las plantas que la tradición dice son efectivas contra males físicos, emocionales y espirituales. No hay nada más imprudente que encasillar las drogas, en su más amplio significado, en inofensivas y perjudiciales según su origen.
Cuando hablo de estos temas con alguien que defiende el producto administrado por ser natural y por eso se siente tranquilo le cuento el caso del filósofo griego Sócrates, condenado a la muerte por medio de la toma de un brebaje a partir de cicuta, un elemento ciento por ciento natural, hallado de manera silvestre. De la misma forma le hablo de los abortos producidos por árnica o del cianuro que se obtiene de ciertas almendras. Incluso hay cuentos sobre ingerir alcohol y semillas de sandía, pero de eso no conozco más que la leyenda que cuenta mi mamá.
El problema en el país no es la presencia de yerbateros. El problema es la ignorancia. De los consumidores que preparan o preparamos una menjurje con una planta que no tenemos certeza si es la correcta y no sabemos si nos va a servir de verdad, tal vez dando tiempo a la enfermedad a progresar. Ignorancia de los yerbateros porque aunque muchos conocen de los efectos benéficos y perjudiciales de los productos que preparan, otros no tiene mucha idea y en general su capacidad de diagnóstico es limitada o nula. De los médicos tradicionales quienes tanto en la academia como en su ejercicio profesional son educados en el modelo basado casi totalmente en medicamentos de síntesis y saben poco o nada de la medicina tradicional. Entonces la recomendación enfocada hacia que sean ellos quienes formules las medicinas basadas en plantas es tan ingenua como ineficaz.
El problema es estructural y es por puros paradigmas. Hay de todas las clases y ninguno es ciento por ciento acertado, como es habitual. Las medicinas de síntesis no son completamente seguras pero bajo la supervisión de un médico capacitado pueden controlarse sus efectos secundarios o establecer un balance adecuado beneficio/riesgo. Tampoco es verdad absoluta que los productos naturales son lo mejor del mundo (ni tampoco lo peor), es cuestión de su administración por profesionales entrenados y la limitación a un listado de plantas con verdaderos efectos terapéuticos aunque nos quedará por discutir el tema de la dosificación y la duración del tratamiento en estos productos. El potencial beneficio de las preparaciones a partir de la naturaleza se diluye por la incapacidad de manejarlos correctamente y por casos como el de la niña de Cali, los cuales restan credibilidad a plantas de verdad curativas.
Pero al igual que en la política, somos tan crédulos con lo que nos dicen y hay tanto incompetente del lado de quienes nos deben dirigir, que vamos al barranco sin poder nosotros hacer mucho al respecto.
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