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Rojo y viscoso color que te vas desplomando desde el cucharón, contrastas con la blancura sobre mi mesa que te recibe en un redondo abrazo. Al caer entregas tu vapor que se eleva arrastrando hacia mi rostro los aromas de las hierbas que ahora contienes. Italia vibra entre tus entrañas a pesar que tu fuente principal era adorada en América desde antes que las carabelas fueran vistas por primera vez desde sus costas. Te hice crecer sobre el calor de mi casa, recibiste poco a poco cada una de las hojas, las semillas, los frutos y los cristales que te fueron formando. Las recibías antes de conocerte, cuando eras apenas una decena de frutos con un par de jarros de agua. Tuviste que ser destrozada para que empezaras a tomar la forma de lo que eres ahora, esperando ser adornada con una hoja de albahaca y terminada de enriquecer con un manotón de migajas de queso y ajonjolí. Tu espeso cuerpo no los deja hundir y sólo la redonda cuchara hará que se unten de ti y se empapen del regocijo que pronto esa misma redondez llevará a mi boca. Ya todos te tenemos frente nuestro y podemos hacerte dar el primer salto hacia nuestra lengua y nuestro olfato. Los llenarás de albahaca, de estragón; la lengua sentirá el picor de tu pimienta mientras los que antes flotaban, ahora se sumergen nadando sobre mis dientes. Los tomates, el fuego, mis manos y algo más formaron la crema que esta noche más que alimentarnos nos lleva al nirvana, al olimpo. Al mismo cielo que los aztecas conocían cuando probaban el fruto que los barbados de piel metálica terminaron llevando a su país y luego al resto del planeta surcando los mares, tan profundos como mi plato.
Comentarios
Don Gerente. Se le prepara otra porque el jefe siempre tiene la razón pero ésta es bien rica