Clauz me pidió que saliéramos el fin de semana a caminar por algún lugar de los alrededores de Bogotá. Eso fue todo. No teníamos claro dónde ir y cuánto tiempo dedicarle a esa actividad que los dos buscábamos para conectarnos con la naturaleza y desenchufarnos de este ruido. Mientras tomábamos camino hacia algún lugar al norte de nuestro apartamento ella sugirió que desayunáramos en el pueblo de La Calera. A mi mente vinieron los recuerdos de las arepas de laja que venden allá y a ella el aroma imaginado de un caldo con costilla. Empezábamos así nuestro paseo del sábado, con huevos, chocolate, aguadepanela arepas y sin caldo porque ya se había terminado en el local donde decidimos comer. De allí seguimos hacia el norte buscando un lugar donde detenernos y bajarnos del carrito, pero en ese trayecto encontramos a pocos kilómetros la desviación que nos llevaba al Parque Natural Chingaza . Hace unos años el acceso a Chingaza estaba cerrado para extraños ya que ni con autorización era p