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¿En qué andarán?

Es frecuente encontrar en los enlatados gringos el tema de la reunión de ex alumnos del college o algo así, años después. Y siempre está presente la pregunta ¿en qué andarán? y la consecuente ¿Por qué a ellos les fue tan bien y a mí no?

Ayer vi al hermano de un compañero del colegio en las noticias. Es corresponsal desde España y me entró de nuevo esa pregunta: ¿En qué andarán?

No mantengo contacto con mi pasado remoto en el Liceo de Cervantes de Bogotá y casi no lo hago con el menos lejano de la Universidad Nacional. Lo único fue haber visto al hermano del periodista una vez en la Universidad Javeriana, en una cafetería, en mi época de cuentacuentos. También a veces nos vimos con otro en mi U que resultó ser miembro del Opus Dei, yo no tenía ni idea qué era eso, y estaba decidido a convertirme. Hay uno, que era de otro grupo, que tiene una exitosa franquicia de comidas rápidas italianas aunque el no debe ni saber que yo estudié con él en algún momento del bachillerato.

Como ya respondí la primera pregunta, viene la segunda...

Supongo que es normal que a muchos les haya ido bien. Unos vivirán en el extranjero, otros se habrán casado dos o más veces, unos más habrán perdido el pelo como yo y tal vez alguno haya salido del closet. Fueron muchos los compañeros de colegio, no solo los treinta y pico que se graduaron conmigo sino los innumerables que fueron quedando en el colador durante todo el bachillerato. Al menos puedo decir que mi me ha ido mejor, comparado con los que no terminaron en el colegio.

He notado en varios blogs que permanece por ahí una nube de tristeza y abatimiento y si me pongo a compararme con gente que ni siquiera recuerdo obviamente salgo perdiendo. Puedo asegurar que ninguno de ellos contó cuentos durante tres años en su universidad y puede decir que fue la etapa más feliz de sus años de soltero. Creo que muy pocos podrían estar tan contentos con su pareja y recibir la confirmación que uno es el hombre con el que habían soñado, tal cual el médico se los recomendó. Pocos tendrán los amigos que tengo y si me pongo a buscarlos muy pocos saldrán en internet si hago una búsqueda con su nombre. ¡Yo aparezco en Google, ellos no!, o lo hacen bajo un alias, un seudónimo (como lo hace la mayoría de los bloggers).

En resumen, puedo tener muchas razones para dejarme absorber por la arena movediza del abatimiento pero de nada me sirve. Más bien me pongo al lado de mi esposa y su blog que trabaja por los sueños y me dedico a ubicar los míos y a hacer un plan para alcanzarlos...

Podríamos continuar este tema, pero en otra oportunidad, con el de las ex novias y mostrarles de lo que se perdieron cuando nos bajaron del bus. Sería más divertido, especialmente si alguna llegó a decir que se arrepintió de habernos dejado y nosotros haber tenido el placer de decirle: "Lo siento, demasiado tarde, perdiste el turno. Vuelve a la fila, si te interesa." Ellas tampoco aparecen en Google.

Nos vemos pronto.

Comentarios

Anónimo dijo…
je Hello. no he ido aun a los enlaces que sugieres, por que quería terminar el texto para acabar de reirme, me suena a satira pero bueno.
Umm creo que en la vida se atraviesan miles de personas y creo que lo mejor es dormir tranquilo pero que en la conciencia de uno este satisfecha por haber hecho sonreir.que en la memoria de ellos siempre estará la imagen de uno por alguna razón ( ojalá buena). Y esa imagen o recuerdo no puede aparecer en google jejeje. estoy segura que tu como cuentero ( asumo que aún no te has jubilado)estás grabado en miles de memerias asi sean remotas y por supuesto que en la tuya guardes muchas caras ... eso no tiene precio pues como dice el comercial.
Pues, sí me jubilé de los cuentos como en Foncolpuertos, a los tres años. aunque no me quedó una pensión millonaria más bien algo milenario en la memoria. Eso no aparece en google... sólo lo hará cuando lo vaya plasmando en mi memoria de papel.
Estoy muy de acuerdo, lo que queda es la impresión en las memorias ajenas, por eso me esfuerzo en que siempre sean buenos recuerdos y que produzcan algo bueno, aunque uno nunca sabe.