Una carta de la persistencia. Tal vez no se ajuste mucho al propósito de la convocatoria pero aquí dejo mi contribución para la cita del 12 de abril de 2007.
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El humo de la locomotora permanece en el ambiente por muchos minutos y huele como a pólvora de munición. Todos los días quedo impregnado de su olor cuando me ubico al lado de la vía a esperarte. Son tres maquinistas los que usualmente conducen el tren que nunca se detiene y ya me saludan cuando sacan su cabeza por la ventana para ver si ese día no he faltado a la cita que siempre cumplimos sin haberla acordado.
No sé qué pensarán al verme, yo solo espero encontrarte en alguna las escasas ventanillas que pasan frente a mi cada tarde, a veces noche. Cuando la barrera comienza a levantarse para dar paso a los imaginarios vehículos que no transitan por esta carretera de polvo yo doy vuelta y tomo camino a casa, bajo la sombra que los árboles me dan del crepúsculo o de la luz de la luna, plateada y fría.
Mañana lanzaré esta carta para que el maquinista se encargue de hacértela llegar. Ese viejo tren anda tan lento que no tendré problema en introducirla por el espacio sin vidrio por donde me observa a diario el hombre de la gorra gris.
A partir de pasado mañana no solo esperaré tu llegada sino la eventual respuesta a esta carta atrevida y asombrada que empezará una aventura que ni tú ni yo podremos contar.
Te espero.
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El humo de la locomotora permanece en el ambiente por muchos minutos y huele como a pólvora de munición. Todos los días quedo impregnado de su olor cuando me ubico al lado de la vía a esperarte. Son tres maquinistas los que usualmente conducen el tren que nunca se detiene y ya me saludan cuando sacan su cabeza por la ventana para ver si ese día no he faltado a la cita que siempre cumplimos sin haberla acordado.
No sé qué pensarán al verme, yo solo espero encontrarte en alguna las escasas ventanillas que pasan frente a mi cada tarde, a veces noche. Cuando la barrera comienza a levantarse para dar paso a los imaginarios vehículos que no transitan por esta carretera de polvo yo doy vuelta y tomo camino a casa, bajo la sombra que los árboles me dan del crepúsculo o de la luz de la luna, plateada y fría.
Mañana lanzaré esta carta para que el maquinista se encargue de hacértela llegar. Ese viejo tren anda tan lento que no tendré problema en introducirla por el espacio sin vidrio por donde me observa a diario el hombre de la gorra gris.
A partir de pasado mañana no solo esperaré tu llegada sino la eventual respuesta a esta carta atrevida y asombrada que empezará una aventura que ni tú ni yo podremos contar.
Te espero.
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