En la sala donde encontré un hermoso e impresionante mural de Siqueiros (David Alfaro Siqueiros) localizado en el Castillo de Chapultepec en Ciudad de México había una breve reseña sobre el concepto del muralismo mexicano. Se trata de una de las consecuencias de la revolución mexicana en la cual los artistas llevan su arte al pueblo en vez de dejarlo en las salas de los museos como lo hacen los "artistas de caballete". Así el pueblo puede tener acceso al arte y no solamente un porcentaje reducido de personas.
Leyendo esa descripción surgió en mi mente una analogía con la cuentería. Contar cuentos es la forma de hacer llegar la literatura (haya sido escrita o solamente permanezca en la memoria de unos cuantos) al público en general de la misma forma que los muralistas llevaban la pintura. La diferencia es que los murales quedan para la posteridad en un sitio y los cuentos deben ir pasando de boca en boca convirtiendo en cuentero al que antes fue oyente. Cada una de estas transformaciones de la misma forma enriquece el cuento así que siempre será uno diferente. Incluso escuchar de nuevo el mismo cuento, por el mismo cuentero no significa que sea repetido y el viaje puede ser completamente diferente.
Para los extranjeros, en Bogotá entendemos por cuenteros los narradores ue en espacios abiertos o cerrados nos transmiten una obra literaria propia o ajena. En otros lugares son llamados simplemente narradores o cuentacuentos.
En lo que veo que no está de acuerdo el movimiento de los muralistas y el de los cuenteros es que los primeros repudiaban el arte de caballete y los cuenteros reconocen el valor de la literatura escrita. Lo oral y lo escrito no se contradicen, se complementan y van creciendo juntos.
Y vuelven a darme ganas de contar cuentos de nuevo como cuando estudiaba en la Nacional y los Narradores del Espacio Vacío organizábamos las "contadas" de cada viernes, de ser a partir de ahora un muralista de la literatura. ¡Qué ideal tan alto!
Leyendo esa descripción surgió en mi mente una analogía con la cuentería. Contar cuentos es la forma de hacer llegar la literatura (haya sido escrita o solamente permanezca en la memoria de unos cuantos) al público en general de la misma forma que los muralistas llevaban la pintura. La diferencia es que los murales quedan para la posteridad en un sitio y los cuentos deben ir pasando de boca en boca convirtiendo en cuentero al que antes fue oyente. Cada una de estas transformaciones de la misma forma enriquece el cuento así que siempre será uno diferente. Incluso escuchar de nuevo el mismo cuento, por el mismo cuentero no significa que sea repetido y el viaje puede ser completamente diferente.
Para los extranjeros, en Bogotá entendemos por cuenteros los narradores ue en espacios abiertos o cerrados nos transmiten una obra literaria propia o ajena. En otros lugares son llamados simplemente narradores o cuentacuentos.
En lo que veo que no está de acuerdo el movimiento de los muralistas y el de los cuenteros es que los primeros repudiaban el arte de caballete y los cuenteros reconocen el valor de la literatura escrita. Lo oral y lo escrito no se contradicen, se complementan y van creciendo juntos.
Y vuelven a darme ganas de contar cuentos de nuevo como cuando estudiaba en la Nacional y los Narradores del Espacio Vacío organizábamos las "contadas" de cada viernes, de ser a partir de ahora un muralista de la literatura. ¡Qué ideal tan alto!
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