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Tres cuentos cortos, 2006



I

Tarde descubrieron los reyes magos que la famosa señal divina en el horizonte no era otra cosa que una artimaña ordenada por Herodes para alejarlos de la escena del crimen.

II

No habían notado los tres viajeros del oriente cuánto habían cambiado los tiempos hasta que en uno de sus viajes anuales a Belén se encontraron con un funcionario de aduana, ateo, que decomisó el incienso y la mirra. Adujo que eran materiales de origen vegetal proveniente de especies en vías de extinción.

Gaspar y Baltasar fueron autorizados a seguir sin su cargamento. Prefirieron no continuar hasta que el dedicado funcionario quedara satisfecho con la explicación sobre el origen lícito del oro que portaba Melchor en sus valijas;  hasta que se convenciera que no se trataba de la utilidad de un tráfico de sustancias prohibidas por Roma, ni de contrabando ni del robo de un museo.

El funcionario es bastante testarudo y la discusión prosigue.


III*
Baltasar había alistado su celular para, lo antes posible, hacer una selfie de ese irrepetible encuentro de los magos de oriente con el mesías. Para los tres fue una mayúscula decepción encontrar al supuesto hijo de dios revolcándose entre la paja que calentaban dos cuadrúpedos. Finalmente la fotografía apareció en Instagram como parte de las obras filantrópicas de las cortes orientales y no como el esperado encuentro entre el mundo terreno y el mundo celeste.

Mientras tanto, Herodes estaba lleno de satisfacción en su palacio al haber logrado, una vez más, distraer a los magos y dirigirlos a un destino equivocado. Este juego anual se estaba volviendo entretenido y sólo esperaba la llegada del próximo enero para inventarse una triquiñuela nueva que cambiara la historia por los siguientes doce meses.



*versión actualizada a los "avances tecnológicos" de 2018

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