Aquellos que apoyan con vehemencia proyectos de igualdad entre seres humanos, los que buscan abatir las barreras de desigualdad y segregación pueden fácilmente caer en un comportamiento igual de reprochable: considerarse superiores moralmente a los que pretenden usufructuar y mantener la diferencia o a los que no hacemos nada. Creerse mejores personas, más merecedores de algo, tener derecho a juzgarnos a los otros. Es fácil caer en el supremacismo. De alguna forma nos consideramos mejores a otros, de la misma forma que Hitler y sus arios se consideraron con más derecho que otros grupos.
Mi música es mejor que la suya: tengo derecho a criticarla juzgarla e incluso a insultarlo a usted por sus gustos y su desconocimiento. "La buena música no es para todos", leí hoy en twitter. Y lo leí a través de un retweet de una persona que aprecio mucho y considero sensata. No la critico sino me veo en ese espejo y a veces me parece un monstruo diferente al bello príncipe que una vez creí ver en el reflejo. Además un retweet no es necesariamente un apoyo a lo que el escritor original dice.
El guisómetro: una especia de escalafón del que leí la otra vez que pretende indicarnos que tan 'guisos' (ordinarios, lobos, de bajo estrato...) somos. Por supuesto, quien se lo inventó considera que él o ella no es guiso. "¡Ni más faltaba! ¡Guisos ellos, no yo!" Yo lo interpreto como "los que valen menos son ellos, no yo. Los ordinarios son ellos, no yo." Ellos ordinarios, yo extraordinario.
Y ver a gente que uno respeta y sabe inteligente caer en esa discriminación no me hace sino pensar. Este mismo escrito es una forma prepotente de ver que ellos están equivocados y yo soy un poco más iluminado y puedo ver los defectos que ellos no.
¿Es inevitable? Alguna vez alguien decía que si en en un momento dado llegáramos a ser iguales de verdad todos los humanos, pronto encontraríamos la forma de hacernos diferentes y considerarnos mejores que los otros. O como otros dicen: "somos iguales pero yo soy más igual que usted"
De creernos el cuento que somos mejores, a creernos el cuento de que tenemos derecho a imponer nuestro pensamiento, a creernos el cuento de las vías de hecho para hacerlo, y el cuento de desaparecer a los otros porque no merecen existir no hay sino un paso, porque es un camino en descenso que no necesita sino un pequeño impulso. La física hace el resto.
¿Cómo hacemos para eliminar ese fascismo que todos cargamos? ¿Es posible? ¿Vale la pena luchar o es causa perdida?
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Como siempre digo, esto ya lo debió haber pensado alguien antes que yo, con más criterios, más argumentos. Yo no invento: redescubro y reescribo.
Mi música es mejor que la suya: tengo derecho a criticarla juzgarla e incluso a insultarlo a usted por sus gustos y su desconocimiento. "La buena música no es para todos", leí hoy en twitter. Y lo leí a través de un retweet de una persona que aprecio mucho y considero sensata. No la critico sino me veo en ese espejo y a veces me parece un monstruo diferente al bello príncipe que una vez creí ver en el reflejo. Además un retweet no es necesariamente un apoyo a lo que el escritor original dice.
El guisómetro: una especia de escalafón del que leí la otra vez que pretende indicarnos que tan 'guisos' (ordinarios, lobos, de bajo estrato...) somos. Por supuesto, quien se lo inventó considera que él o ella no es guiso. "¡Ni más faltaba! ¡Guisos ellos, no yo!" Yo lo interpreto como "los que valen menos son ellos, no yo. Los ordinarios son ellos, no yo." Ellos ordinarios, yo extraordinario.
Y ver a gente que uno respeta y sabe inteligente caer en esa discriminación no me hace sino pensar. Este mismo escrito es una forma prepotente de ver que ellos están equivocados y yo soy un poco más iluminado y puedo ver los defectos que ellos no.
¿Es inevitable? Alguna vez alguien decía que si en en un momento dado llegáramos a ser iguales de verdad todos los humanos, pronto encontraríamos la forma de hacernos diferentes y considerarnos mejores que los otros. O como otros dicen: "somos iguales pero yo soy más igual que usted"
De creernos el cuento que somos mejores, a creernos el cuento de que tenemos derecho a imponer nuestro pensamiento, a creernos el cuento de las vías de hecho para hacerlo, y el cuento de desaparecer a los otros porque no merecen existir no hay sino un paso, porque es un camino en descenso que no necesita sino un pequeño impulso. La física hace el resto.
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