Hubo una época en que en este blog se escribía sobre noticias que encontraba por ahí. Ayer leí una de esas que me daba para opinar y reflexionar un poco. Aquí vamos.
Leí esto en TheLocal.se, un periódico on line en inglés con noticias de Suecia. Un rumano que vive en ese país, cansado de pasar hojas de vida sin obtener respuesta, decidió hacer un ensayo. El había oído por ahí el caso en otro país de un extranjero llamado Pablo quien, para tener mejores oportunidades laborales, había cambiado su nombre a Paul en las hojas de vida. Con cierto éxito. Pues este rumano, de nombre desconocido pero al que en la nota llamaron Ovidiu, decidió enviar 40 hojas de vida a posible empleadores en Suecia. en 20 de ellas usó su nombre real y en las otras 20 lo cambió por nombres usuales de suecos. En ninguna puso su país de origen pero en todas incluyó los dos años que había estudiado en Uppsala. Todas las hojas de vida estaban en Sueco e hizo cambio de formato para que no se notara fácilmente que era la misma información en las dos versiones. De las 20 en las que usó su nombre no recibió ninguna llamada ni contacto alguno. De las 20 con nombre sueco recibió 13 llamadas a entrevista.
¡Suecos infames, se las dan de incluyentes y véalos...!, es lo primero que uno puede pensar. Pero alguien por twitter me hizo ver ayer que acá no es tan diferente. Voy a citar lo que me dijo:
Y sin ir más lejos, geográficamente, cuántas veces en los procesos de selección de las empresas de nuestra ciudad se hace un filtro inicial por nombre ("nada de Miyerlandis ni de Bairons"), por barrio, por colegio, por universidad. Y todos somos colombianos, todos tenemos nuestros documentos en regla y no necesitamos pedir permiso de trabajo. Todos hablamos español (más o menos) y nuestra historia es común y la inclusión está prácticamente dada. En teoría. Porque, al comienzo, los temas de conversación de alguien que se graduó en INEM podría ser distinto al de alguien que se gradúa del Andino. Y hay quienes se quedan en esa exclusión cultural o social y solo buscan relacionarse con sus "iguales".
No voy a hablar de lo maravilloso que es el intercambio cultural, que podemos tenerlo con personas de nuestra misma ciudad sin tener que ir hasta Estocolmo o Uppsala. Pero hay gente a la que eso le parece irrelevante si no es para poder decir que estuvo en Amsterdam, en Boston, en París, que la vida allá es una machera y que deberíamos copiarlos. Porque ya no es cool hablar de Italia, Portugal o España porque ahora esos son europeos pobres.
De todo este caso me queda la reflexión sobre esa exclusión nuestra, al estilo de la que le hicieron a este rumano, y que es tan natural que ni la vemos. Que la bicicleta es para mensajeros y no puede venir a la oficina así. Que usted no puede hablar con la persona que le sirve los tintos porque eso es degradarse. Que la señora de los tintos es su sierva y no un empleado como usted, una persona con los mismos derechos. Que usted no puede acercar en su finísimo carro al mensajero así la ruta parcialmente le convenga a él. Y así.
Cuando las bombas explotan a nuestro lado y ni las notamos.
La nota completa en TheLocal.se
Leí esto en TheLocal.se, un periódico on line en inglés con noticias de Suecia. Un rumano que vive en ese país, cansado de pasar hojas de vida sin obtener respuesta, decidió hacer un ensayo. El había oído por ahí el caso en otro país de un extranjero llamado Pablo quien, para tener mejores oportunidades laborales, había cambiado su nombre a Paul en las hojas de vida. Con cierto éxito. Pues este rumano, de nombre desconocido pero al que en la nota llamaron Ovidiu, decidió enviar 40 hojas de vida a posible empleadores en Suecia. en 20 de ellas usó su nombre real y en las otras 20 lo cambió por nombres usuales de suecos. En ninguna puso su país de origen pero en todas incluyó los dos años que había estudiado en Uppsala. Todas las hojas de vida estaban en Sueco e hizo cambio de formato para que no se notara fácilmente que era la misma información en las dos versiones. De las 20 en las que usó su nombre no recibió ninguna llamada ni contacto alguno. De las 20 con nombre sueco recibió 13 llamadas a entrevista.
¡Suecos infames, se las dan de incluyentes y véalos...!, es lo primero que uno puede pensar. Pero alguien por twitter me hizo ver ayer que acá no es tan diferente. Voy a citar lo que me dijo:
Nombre, aspecto y nacionalidad son elementos del "marketing" laboral en un mundo segregacionista.
Un abogado, médico o arquitecto con nombre de jugador chocoano de fútbol siempre será una excentricidad.
Y sin ir más lejos, geográficamente, cuántas veces en los procesos de selección de las empresas de nuestra ciudad se hace un filtro inicial por nombre ("nada de Miyerlandis ni de Bairons"), por barrio, por colegio, por universidad. Y todos somos colombianos, todos tenemos nuestros documentos en regla y no necesitamos pedir permiso de trabajo. Todos hablamos español (más o menos) y nuestra historia es común y la inclusión está prácticamente dada. En teoría. Porque, al comienzo, los temas de conversación de alguien que se graduó en INEM podría ser distinto al de alguien que se gradúa del Andino. Y hay quienes se quedan en esa exclusión cultural o social y solo buscan relacionarse con sus "iguales".
No voy a hablar de lo maravilloso que es el intercambio cultural, que podemos tenerlo con personas de nuestra misma ciudad sin tener que ir hasta Estocolmo o Uppsala. Pero hay gente a la que eso le parece irrelevante si no es para poder decir que estuvo en Amsterdam, en Boston, en París, que la vida allá es una machera y que deberíamos copiarlos. Porque ya no es cool hablar de Italia, Portugal o España porque ahora esos son europeos pobres.
De todo este caso me queda la reflexión sobre esa exclusión nuestra, al estilo de la que le hicieron a este rumano, y que es tan natural que ni la vemos. Que la bicicleta es para mensajeros y no puede venir a la oficina así. Que usted no puede hablar con la persona que le sirve los tintos porque eso es degradarse. Que la señora de los tintos es su sierva y no un empleado como usted, una persona con los mismos derechos. Que usted no puede acercar en su finísimo carro al mensajero así la ruta parcialmente le convenga a él. Y así.
♪Qué fácil es protestar por la bomba que cayó a mil kilómetros del ropero y del refrigerador...♪
Cuando las bombas explotan a nuestro lado y ni las notamos.
La nota completa en TheLocal.se
Comentarios