Sin esperármelo, el otro día recibí por
twitter un mensaje directo de @darlingzambrano preguntándome si quería ir al
lanzamiento de un producto que produjo la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Una
caja conmemorativa del cumpleaños 45 de la orquesta; 3 libros y un CD de audio. Esa
invitación sacó del fondo de mis neuronas con más telarañas el recuerdo de una época en la que por varios motivos llamaba la
más feliz de mi vida en la que se mezclaba el teatro, la música, los cuentos,
la escritura, los amigos (las amigas) y otra serie de sucesos que me llevaron a
calificarla como tal.
Estudiaba Farmacia en la Universidad
Nacional de Colombia y de esa vida universal, que solo pocas universidades
colombianas tienen, hacía parte el concierto en la tarde sabatina de la
filarmónica. En el León de Greiff, en las manos, dedos, pulmones y labios de
los músicos conocí algunas de mis obras favoritas de música clásica. Grandes sorpresas
que desconocía cuando veía el programa publicado en carteles de papel periódico
en los ventanales del auditorio. Coleccioné los programas de todos los
conciertos a los que fui, los cuales se fueron a la basura cuando empezó a
envejecer el alma y me pregunté ¿para qué guardo tanto mugre? Varios años fui
asiduo visitante lo cual lo facilitaba el estar soltero y sin compromiso. Un día,
sin saber por qué, como cuando uno deja de verse con los fantasmas del pasado o
cuando los amigos y familia se convierten en fantasmas, dejé de ir. Posiblemente
todo se fue abajo al empezar a trabajar y dejar de ir a la U, dejar de ver los
anuncios en los cristales, dejar de hablar con otra gente que también asistía a
los conciertos.
Por eso la invitación al lanzamiento de la
caja con los libros fue todo un viaje al pasado; recuerdos de gente,
situaciones, obras y de los dos directores de la orquesta a los cuales más vi:
Carmen Moral y Francisco Rettig. Sobre la primera tengo un especial recuerdo el
día de su despedida cuando el pianista invitado (creo que era Leonid Kuzmin) en
su homenaje y como encore interpretó
un fragmento de la ópera Carmen adaptado al piano. De Rettig su fascinación por
Mahler (me la transmitió en una temporada con muchas de sus sinfonías) y su
capacidad de dirigir las obras de este compositor sin partitura, de memoria.
Tristemente, el trabajo de los 45 años no los incluye entre los directores
destacados. En mi banda sonora, en cambio, ellos tienen su pedestal y reconocimiento.
Últimamente he estado extrañando la pasión
que tenía por la música en esa época, como la consumía con fervor, cómo buscaba
mantenerme actualizado en el avance de mis géneros preferidos; hace unas
semanas pensaba, y escribía acá, cómo algunos
programas musicales del canal Film & Arts me devuelven por instantes ese deleite
que hoy me hace falta. Por eso la invitación a ese sencillo evento de
lanzamiento para un trabajo tan bonito como el de los 3 libros y el CD me
emocionó tanto. Es como el cumpleaños de una amiga que no veía hace rato, como
rebrujar en el baúl, en la caja de recortes.
Los programas que coleccioné ya no existen,
los recuerdos sí. La música, a pesar de todo, está siempre atenta a darnos la
mano antes de resbalar y caer a los abismos.
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