22 de Mayo de 2005
Hace unos días retumbaron los noticieros anunciando la muerte de un auxiliar bachiller de la policía por tratar de evitar el asalto a una de las ventanillas de venta de tiquetes en una de las estaciones del sistema Transmilenio. Un joven apenas salido del colegio con menos de 20 años murió por defender lo que era valioso para él. El asesino fue otro joven casi de su misma edad quien seguramente cree y tiene en sus escalas de valor como válido el apuntar un arma de fuego y descargarla sobre otro ser humano, aunque como diga Mecano “el que muere no vuelve más”.
No había terminado de reponerse la ciudad de estos hechos (téngase en cuenta que usualmente se repone muy rápido) cuando nos enteramos casi en vivo y en directo gracias a la magia de la televisión del homicidio de un muchacho hincha de un equipo de fútbol de la ciudad a manos al parecer de un hincha de otro equipo. Hay que aclarar que en Bogotá, dada la pluralidad y la alta inmigración, pueden encontrarse partidos de fútbol donde el local en realidad tiene menos barra en las tribunas que algunos visitantes. Esta víctima, fanático de Santa Fe, dicen fue apuñaleado cuando iba a retirar una pancarta que había instalado con su hermano, ya casi finalizando el partido donde su equipo perdía el encuentro de manera estruendosa. Esa misma noche casi fue linchado otro hincha del mismo equipo por miembros de su misma barra y se dicen muchas cosas de las causas pero era evidente ante las cámaras de televisión que la turba estaba enardecida por algo y la emprendió contra este personaje. Algunos dicen que era un ladrón y que fue descubierto robando una cámara. Sin tener en cuenta esto, las imágenes fueron estremecedoras y el muchacho habría sido linchado si no se lanza de la baranda de la tribuna, causándose un trauma en la cabeza. La edad de estos dos idealistas que defendían al equipo que creían era el verdadero representante de los ideales juveniles: no más de 24 años.
¿Qué hace que los humanos, por defender unos ideales, la emprendamos contra los que enarbolan estandartes diferentes? Supongamos que el caso del que se lanzó de la baranda no era por un robo, incluso podemos no tener en cuenta este caso. Pero la muerte del idealista que iba por su pancarta, la del policía bachiller y el que los asesinos sean jóvenes de su misma generación me hace pensar ¿hasta dónde podemos pretender que podemos forzar a alguien a llevar nuestros ideales? Dicen en las Fuerzas Militares de Colombia que el objetivo de un soldado no es morir por la patria sino hacer que el enemigo muera por la de él. La patria, que cosa tan etérea, como lo es el seguir a un equipo de fútbol (en realidad son jugadores pagados que su trabajo es ir a favor de quien le consigne su sueldo) o por defender el dinero de un tercero. Al parecer el que murió honrosamente fue el bachiller que cumpliendo su trabajo defendía la seguridad ciudadana (volvemos al ámbito de lo etéreo). Veo que los tres murieron por ideales ajenos, de adultos mayores y ancianos que lejanos del terreno del conflicto pontifican sobre sus postulados y tanto joven inexperto toma como verdades absolutas y literalmente se hace matar o mata por ellos. Muchos hicimos lo mismo en nuestra juventud, sin llegar a morir o matar a alguien). Nuestro policía bachiller defendía la retórica política más reciente y los concejales, congresistas, ministros y presidentes tan lejanos del hecho apenas lo sienten y dicen que harán las investigaciones y tomarán las medidas para que no vuelva a suceder.
Para los noticieros, para las estadísticas, para nosotros los demás, estos incidentes terminan siendo parte de las estadísticas que olvidamos con el siguiente muerto, el siguiente partido, la siguiente etapa, la próxima carrera o el reinado más cercano. Para las madres, las novias, las familias los amigos no es uno entre tres mil muertos, es único porque hijos, novios, amigos no se reponen y “el que se muere no vuelve más”.
¿Y si el equivocado soy yo? ¿Si los correctos son los jóvenes que se hacen matar para que la vida valga la pena? Al fin y al cabo “Son los sueños todavía los que tiran de la gente”. ¿Es posible tener sueños propios? Todos creemos que nuestros sueños son los verdaderos y muchos o todos pensamos que los demás están equivocados cuando no piensan como uno.
En el episodio III de la Guerra de las Galaxias, “La venganza de los Sith”, donde se cierra el círculo, es la lucha por los ideales lo que sustenta la trama. Y el bueno se vuelve malo por seguir los ideales que cree correctos cuando ve que los buenos aparentemente no lo son tanto y son capaces de violar sus propios principios, los que le han inculcado por tantos años, para hacer lo que ellos también creen correcto. Creo que ya había tratado algo parecido en otro En medio del ruido, “Reglas del Juego”. Nadie nos ha dado las reglas de este juego y estamos todavía diseñándolas por ensayo y error. ¿A dónde llegaremos?
Hace unos días retumbaron los noticieros anunciando la muerte de un auxiliar bachiller de la policía por tratar de evitar el asalto a una de las ventanillas de venta de tiquetes en una de las estaciones del sistema Transmilenio. Un joven apenas salido del colegio con menos de 20 años murió por defender lo que era valioso para él. El asesino fue otro joven casi de su misma edad quien seguramente cree y tiene en sus escalas de valor como válido el apuntar un arma de fuego y descargarla sobre otro ser humano, aunque como diga Mecano “el que muere no vuelve más”.
No había terminado de reponerse la ciudad de estos hechos (téngase en cuenta que usualmente se repone muy rápido) cuando nos enteramos casi en vivo y en directo gracias a la magia de la televisión del homicidio de un muchacho hincha de un equipo de fútbol de la ciudad a manos al parecer de un hincha de otro equipo. Hay que aclarar que en Bogotá, dada la pluralidad y la alta inmigración, pueden encontrarse partidos de fútbol donde el local en realidad tiene menos barra en las tribunas que algunos visitantes. Esta víctima, fanático de Santa Fe, dicen fue apuñaleado cuando iba a retirar una pancarta que había instalado con su hermano, ya casi finalizando el partido donde su equipo perdía el encuentro de manera estruendosa. Esa misma noche casi fue linchado otro hincha del mismo equipo por miembros de su misma barra y se dicen muchas cosas de las causas pero era evidente ante las cámaras de televisión que la turba estaba enardecida por algo y la emprendió contra este personaje. Algunos dicen que era un ladrón y que fue descubierto robando una cámara. Sin tener en cuenta esto, las imágenes fueron estremecedoras y el muchacho habría sido linchado si no se lanza de la baranda de la tribuna, causándose un trauma en la cabeza. La edad de estos dos idealistas que defendían al equipo que creían era el verdadero representante de los ideales juveniles: no más de 24 años.
¿Qué hace que los humanos, por defender unos ideales, la emprendamos contra los que enarbolan estandartes diferentes? Supongamos que el caso del que se lanzó de la baranda no era por un robo, incluso podemos no tener en cuenta este caso. Pero la muerte del idealista que iba por su pancarta, la del policía bachiller y el que los asesinos sean jóvenes de su misma generación me hace pensar ¿hasta dónde podemos pretender que podemos forzar a alguien a llevar nuestros ideales? Dicen en las Fuerzas Militares de Colombia que el objetivo de un soldado no es morir por la patria sino hacer que el enemigo muera por la de él. La patria, que cosa tan etérea, como lo es el seguir a un equipo de fútbol (en realidad son jugadores pagados que su trabajo es ir a favor de quien le consigne su sueldo) o por defender el dinero de un tercero. Al parecer el que murió honrosamente fue el bachiller que cumpliendo su trabajo defendía la seguridad ciudadana (volvemos al ámbito de lo etéreo). Veo que los tres murieron por ideales ajenos, de adultos mayores y ancianos que lejanos del terreno del conflicto pontifican sobre sus postulados y tanto joven inexperto toma como verdades absolutas y literalmente se hace matar o mata por ellos. Muchos hicimos lo mismo en nuestra juventud, sin llegar a morir o matar a alguien). Nuestro policía bachiller defendía la retórica política más reciente y los concejales, congresistas, ministros y presidentes tan lejanos del hecho apenas lo sienten y dicen que harán las investigaciones y tomarán las medidas para que no vuelva a suceder.
Para los noticieros, para las estadísticas, para nosotros los demás, estos incidentes terminan siendo parte de las estadísticas que olvidamos con el siguiente muerto, el siguiente partido, la siguiente etapa, la próxima carrera o el reinado más cercano. Para las madres, las novias, las familias los amigos no es uno entre tres mil muertos, es único porque hijos, novios, amigos no se reponen y “el que se muere no vuelve más”.
¿Y si el equivocado soy yo? ¿Si los correctos son los jóvenes que se hacen matar para que la vida valga la pena? Al fin y al cabo “Son los sueños todavía los que tiran de la gente”. ¿Es posible tener sueños propios? Todos creemos que nuestros sueños son los verdaderos y muchos o todos pensamos que los demás están equivocados cuando no piensan como uno.
En el episodio III de la Guerra de las Galaxias, “La venganza de los Sith”, donde se cierra el círculo, es la lucha por los ideales lo que sustenta la trama. Y el bueno se vuelve malo por seguir los ideales que cree correctos cuando ve que los buenos aparentemente no lo son tanto y son capaces de violar sus propios principios, los que le han inculcado por tantos años, para hacer lo que ellos también creen correcto. Creo que ya había tratado algo parecido en otro En medio del ruido, “Reglas del Juego”. Nadie nos ha dado las reglas de este juego y estamos todavía diseñándolas por ensayo y error. ¿A dónde llegaremos?
Comentarios