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Cada muerte de obispo

4 de abril de 2005

Existe un dicho que se usa para eventos que ocurren esporádicamente y se dice que ocurren “cada muerte de obispo”.

Ha muerto un obispo muy importante. El Papa Juan Pablo II murió que el mundo siguió su deterioro en la televisión durante los últimos años, especialmente los últimos meses.

Un acontecimiento así de infrecuente y a la vez tan importante es de verdad una rareza como lo puede ser un eclipse total de sol o el paso del cometa Halley. Suceden con muy poca frecuencia pero en un periodo de vida humana promedio se tiene la oportunidad de verlos dos o tres veces (aunque es difícil tener la oportunidad de ver en la misma vida el Halley en apariciones de ciclos diferentes, setenta y pico años de diferencia).

Hace 26 años, cuando tuvimos en pocas semanas la oportunidad de conocer la elección de dos papas, vimos una cobertura de medios completamente diferente a lo que podemos esperar ahora. Eso es sólo una manifestación del cambio que hemos presenciado. Y si lo comparamos con el momento de la elección de Pablo VI la brecha es mayor aunque es evidente que desde ese momento la aceleración en el cambio no se ha alterado y por eso la velocidad de éste se incrementa de manera permanente. ¡Qué vértigo!

Se han escuchado comentarios sobre la importancia del papa que acaba de partir. En la historia de todos los papas es reconocido un verdadero punto de inflexión que ha permitido sugerir que Juan Pablo II sea llamado “El Grande”. ¿Cuánto ha cambiado la humanidad durante este lapso? ¿Hemos sido testigos de un silencioso cambio de dirección, de tendencia? Al fin y al cabo eso es lo que trae consigo un punto de inflexión.

El inconsciente colectivo al parecer es más sabio que cualquiera de las individualidades. Por más que las élites (políticas, económicas y religiosas) estén dándonos las reglas del comportamiento humano son las bases de la pirámide las llamadas a construir la historia y a enderezar o torcer el camino (cualquier opción puede ser la correcta) y por más que hayamos presenciado 26 años de cambio que repercuten en la historia del catolicismo y de la humaniad no es la figura del papa la que realiza el cambio. Él sólo ha sido el impulso, el guía, el ejemplo o como queramos llamarlo. Es el ser humano, la humanidad, la que ha movido este cambio, sin importar el importante papel de sus dirigentes, como Juan Pablo II. Es el momento de reconocer a la humanidad por moverse, por cambiar. Ha sido el espíritu colectivo el que se ha movido o ha hecho que nos movamos. ¿Es ese espíritu colectivo lo que las religiones han llamado Dios? ¿Es el que nos está mostrando el camino a Dios? El camino correcto será el que definamos colectivamente, sin intervenciones y siguiendo nuestra “verdadera voluntad”. En realidad, ¡qué cosa tan difícil es seguirla!

Hemos sido testigos de un hecho doblemente infrecuente la muerte de un papa y la muerte de un líder mundial. Pocos momentos de la historia coinciden de esta forma. Aprovechémoslo para el bienestar de todos (vivos y por vivir).

Comentarios

Anónimo dijo…
Yo recuerdo, algo de amarillismo en las transmisiones nacionales, pero como usterd lo dice, es un hecho de muy poca ocurrencia en nuestras vidas